Los conocimientos que se imparten en las aulas tanto teóricos como prácticos, deben ser reforzados o complementados por otro tipo de habilidades transversales o mejor dicho habilidades para la vida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1999 define las habilidades para la vida o competencias psicosociales como “la habilidad de una persona para enfrentarse exitosamente a las exigencias y desafíos de la vida diaria”.
Las habilidades para la vida propuestas por la (OMS) en 1993, son las siguientes:
- Autoconocimiento: reconocimiento de nuestra personalidad, características, idiosincrasia, fortalezas, debilidades, aspiraciones, expectativas, etc.
- Empatía: capacidad para ponerse en el lugar de otra persona y desde esa posición captar sus sentimientos.
- Comunicación efectiva o asertiva: habilidad para expresarse de manera apropiada al contexto relacional y social en el que se vive.
- Relaciones interpersonales: competencia para interactuar positivamente con las demás personas.
- Toma de decisiones: capacidad para construir racionalmente las decisiones cotidianas de nuestra vida.
- Solución de problemas y conflictos: destreza para afrontar constructivamente las exigencias de la vida cotidiana.
- Pensamiento creativo: utilización de los procesos de pensamiento para buscar respuestas innovadoras a los diversos desafíos vitales.
- Pensamiento crítico: capacidad para analizar con objetividad experiencias e información, sin asumir pasivamente criterios ajenos.
- Manejo de emociones y sentimientos: reconocimiento y gestión positiva de nuestro mundo emocional.
- Manejo de la tensión y el estrés: capacidad para reconocer nuestras fuentes de tensión y actuar positivamente para su control.
Dentro de las habilidades comunicativas nos encontramos con la oratoria, una asignatura pendiente, a pesar de sus beneficios tanto a nivel personal como de currículum. Llamamos oratoria al arte de hablar con elocuencia.
La oratoria puede ser una poderosa herramienta que se usa para propósitos tales como la motivación, influencia, persuasión, información, traducción o simple entretenimiento.
¿Qué pretendemos al instruir al alumnado en ser un buen orador?
– Expresarse, ya que nos relacionamos a través del lenguaje, bien sea verbal o no verbal y sentir el impulso de transmitir a otros lo que sentimos. (Exponer o compartir ideas y sentimientos).
– Influir (modificar la percepción, actitud o forma de actuar de los interlocutores).
Muchos estudiantes, en este sentido, no son ajenos a dicho sufrimiento cuando (por ejemplo) tienen que exponer un trabajo al resto de la clase o dirigirse a sus compañeros, siguiendo indicaciones del docente, cuando deben argumentar una idea o resolver un problema en voz alta; de ahí que una buena oratoria resulte fundamental y con ella el vocabulario con el que se expresa una persona, su tono de voz o la postura que adopta el cuerpo durante el discurso.
Además, proporciona una mayor confianza en la persona al perder el temor de hablar para los demás, ayuda en la gestión de las emociones, se mejoran las habilidades sociales y pensamiento crítico, se trabajan los valores de la tolerancia y empatía, ayuda en el desarrollo de las habilidades de liderazgo…
Al fomentar la oratoria y el debate en las aulas desde edades tempranas, se está ayudando al alumnado a desarrollar habilidades comunicativas y kinésicas; habilidades que los acompañarán durante toda su vida escolar, profesional y personal.
En los procesos de selección, un requisito solicitado para aumentar la empleabilidad son tales habilidades comunicativas.
Lola Ruiz